lunes, 13 de marzo de 2017

Tumba de Hierro. Capitulo Uno

Esta es una novela que comencé hace pocas semanas, me gustaría decir que ha tomado un buen rumbo, peor en realidad solo estaría mintiendo, ya que sus personajes han decidido tomar el camino a su supervivencia cueste lo que cueste. Intente, luego de mucho indagar, ver, hacerme fan y cientos de rituales emular el arte del Gundam pero los gigiantes de hierro se han apoderado de su historia. Aquí les dejo el primer capitulo.


 Mobile Suit Ancor.
“Cuando comenzó pertenecía a un grupo de 50 pilotos, uno de los batallones de los miles que había en nuestro bando. Rápidamente entendimos que el objetivo de una guerra con colosos de metal en el campo de batalla solo era una reminiscencia de los circos romanos. Los pobres desgraciados que no iban sobre las maquinas no tenían la mínima oportunidad de salir del campo de batalla. Siempre hubo excepciones pero no duraron mucho. Con el tiempo mi grupo se fue reduciendo, no quedamos mas de un puñado y se nos sumaron sobrevivientes de otros batallones. Tengo once años en combate y no hay nada que agradezca mas de que dejaran de construir estas maquinas. Morir dentro de una es algo espantoso, un cuerpo en el campo puede ser llevado a casa, un muerto en un meche es llevado a la fundición.”
 Diario de guerra encontrado en Livertuh, soldado desconocido. 


Comer antes del combate era lo único heredado de sus superiores, nadie debe morir con el estomago vacío, repetían una y otra vez. Como si a la muerte le importara lo que traes en el estomago. Muchos gracias a esa costumbre habían muerto ahogados por su propio vomito. Pese a ello era una costumbre, tipo cabala que no se negaba nunca. Así que se terminó el bocado a la fuerza. 
Era el capitán de un escuadrón heterogéneo de leyendas bélicas. El grupo a su mando llevaba dos años en actividad y solo habían tenido una baja que no cayó en el campo de batalla. Tenía suerte de estar con aquellos inmortales de acero. Dos de ellos ya eran combatientes renombrados cuando el ingreso a la escuela de oficiales, el resto se habían hecho de un nombre al atravesar cientos de veces los escombros y los tiroteos sin un solo rasguño.
 - Jefe ¿a qué hora debemos emprender la marcha? ¿aun tengo tiempo para una siesta? - preguntó el cabo Retim, un hombre bajo que siempre parecía estar de buen humor, su carácter amable y sereno no hacían justicia de la ferocidad e inclemencia en el combate. 
- Tienes una hora – contestó el capitán – si crees que puedes dormir un poco duerme, te despertare antes de la revisión del equipo. El Cabo saludo y se metió dentro de su guerrero metálico, bajó la escotilla y un minuto después se podían escuchar sus ronquidos a través del metal. Era difícil que un piloto descansara fuera de su mech si no estaba en la base, pero la mayoría de su equipo se encontraba alrededor de una fogata y sus naves los observaban rodeándolos como una gigantesca muralla. 
La mayoría de las maquinas eran viejas y no tenían repuestos lo que provocaba que no estuvieran a un cien por ciento, normalmente cuando un piloto perdía su mech por lo violento del combate o moría o le daban de baja o al menos a lo que quedaba de su cuerpo. Pero él no había tenido ninguna de esas suertes por ese motivo su nave era la mas jóvenes. El REX 21 el ultimo modelo de mech en construirse, en realidad era solo un prototipo, nunca se aprobó su fabricación en serie.
 Se acercó al fuego y el Maestre Fur, el mas viejo del grupo le extendió una botella, la cerveza en su interior contaba con la temperatura de un té, pero se agradecía el alcohol de su contenido. Estaba prohibido que los pilotos ingirieran sustancias de cualquier tipo pero el Maestre era una institución en persona y nadie en su sano juicio se atrevería a juzgar a una leyenda por mal comportamiento. A su derecha estaba Red una joven piloto, su edad era desconocida en el archivo si es que existía uno, al parecer en un campo de batalla secuestro a su mech un mech de carga que se transformo en un asesino en sus manos, no saben si mato al piloto o lo encontró abandonado por algún cobarde, pero aprendió rápido a usarlo y nadie le negó su licencia. Luego estaban Luk y Tren los fusileros, eran unos malditos bastardos, racistas, machistas, homofobicos y contaban con todos los prejuicios que se les pudieran ocurrir, pero para ellos el batallón era sagrado, allí no había piel, religión o genero, todos eran sus hermanos y estaban dispuestos a morir o matar por ellos. Daniel era la chica alta del grupo, de mas de dos metros, ella era el escudo, su mech era de defensa, probablemente el ultimo en su tipo en funcionamiento, lo explicaba su tarea, recibir todo el fuego enemigo mientras el ejercito avanza. Su Mech estaba desprovisto de arenal de ataque o al menos así venia de fabrica pero Daniel había cambiado uno de los brazos de su nave para poder blandir un rifle de asalto mientras defiende el frente. El resto del batallón estaba compuesto por Fer, Giligan, Madbe y Luis, que eran los combatientes. Ellos llevaban espadas, aveces lanzas y todo un arsenal de rifles de asalto, granadas, misiles y un montón de juguetes, el modelo de sus mech era variado, Madbe y Fer portaban con un Krakem C8 uno de los primeros mech de asalto, el C7 fue celebre por explotar antes de entrar en combate gracias a la cantidad de pólvora que cargaba y un sistema de refrigeración obsoleto, el C8 era lento pero duro como el mejor mech de defensa, Giligan usaba un Depredador B5 un mech pequeño veloz y con blan anti blindaje, solo le quedaban dos cartuchos de 50 balas de esa, pero para la ultima misión debían ser suficientes. Y Luis estaba en un Galacto A3 un mech de alto grado, con un bombardeo de calor y mira láser, un juguete demoledor que solo obtenían los nenes ricos de los generales de alto rango, Luis no parecía uno de ellos por lo que el batallón nunca le preguntó como había conseguido su gigante. Antes de cada misión el equipo se mantenía en silencio, era una especie de ritual. Reflexionaban y nadie hacía preguntas, todos aguardaban a que el capitán diera la señal acompañada de un clásico suspiro de que todos subieran a sus naves. 
El capitán acabo su bebido y arrojo la botella al fuego con esfuerzo se puso de pie apoyando sus manso en la rodillas y estiro sus brazos para desperezarse, los pilotos se colocaron los cascos y subieron a sus bestias de metal. El maestre golpeo la escotilla Retim y este contestó con una sonrisa. Norman vio a su soldados desaparecer uno tras otro mientras las escotillas se sellaban. Su nombre era Norman, un campesino que fue alistado en el escuela de oficiales por ser el hijo menor de una familia de siete hermanos. Su padres prácticamente lo vendieron al ejercito a los 12 años, desde entonces solo sabe de combates y muertes. Pero es un tipo razonable y es sabido entre las tropas que no titubea entre él y sus soldados, ellos siempre son lo mas importante.